Adolescencia en Chile: Alertas y Oportunidades en la Salud Mental de los 15 a 17 Años

 
 

Recogiendo información en 2022, en un período postpandémico, y divulgada en 2023, la décima edición de la Encuesta Nacional de Juventudes, realizada por el Instituto Nacional de la Juventud, ofrece una perspectiva detallada sobre el estado de la salud mental de adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años en Chile. Esta edición destaca por incorporar por primera vez el instrumento PHQ (Patient Health Questionnaire), un cuestionario diseñado para evaluar la presencia de síntomas de depresión y/o ansiedad entre los encuestados.

El análisis de los datos obtenidos a través del PHQ-4, centrado en los adolescentes de 15 a 17 años (una submuestra de 1.958 participantes de la encuesta), revela hallazgos significativos. De manera general, se observa que uno de cada tres adolescentes en este grupo etario manifiesta síntomas de depresión y/o ansiedad de moderados a severos. La diferencia de género es notable en estos resultados, ya que el 39% de las mujeres reporta síntomas de moderados a graves, en comparación con el 17% de los hombres.

El 14% de los adolescentes, lo que equivale a uno de cada siete, exhibe síntomas severos de depresión y/o ansiedad. Al enfocarse específicamente en aquellos con sintomatología severa, se observan diferencias significativas entre hombres y mujeres.

¿Cuáles son las experiencias asociadas con estados depresivos y ansiosos en adolescentes? Discriminación.

La discriminación, ya sea experimentada alguna vez en la vida o en el último mes, se correlaciona con una mayor prevalencia de síntomas depresivos y/o ansiosos severos. Según datos de la encuesta, el 42% de los adolescentes ha experimentado discriminación en el último año. Esta cifra es mayor en niñas, con un 48%, en comparación con el 35% de los niños. Las principales causas de discriminación identificadas por los adolescentes son el aspecto físico (21%), la forma de vestir (15%) y la juventud (11%), siendo las niñas las más afectadas en todas estas categorías. Específicamente, el 28% de las niñas reportó haber sido discriminada en el último mes debido a su aspecto físico, el 21% por su forma de vestir y el 14% por su edad. Adicionalmente, una de cada diez niñas indicó haber sido discriminada por su género, en contraste con el 3% de los niños.

La encuesta revela igualmente que los adolescentes con discapacidades, ya sea visual, auditiva, del habla, de movilidad, o con dificultades intelectuales o psiquiátricas, muestran una mayor incidencia de síntomas de depresión o ansiedad. Dentro del grupo de 15 a 17 años que participó en el estudio, el 14% reporta vivir con alguna forma de discapacidad.

La encuesta realizada por el Injuv aborda la relación entre violencia y salud mental a través del análisis de cuatro tipos de violencia: física y psicológica (experimentada en diversos contextos como la familia, con conocidos, en el colegio, lugar de trabajo y espacios públicos), violencia de pareja (centrada en la pareja actual) y violencia digital o ciberacoso durante el último año.

Los hallazgos indican que más de la mitad de los adolescentes (55%) han experimentado alguna forma de violencia, siendo la violencia psicológica la más frecuente (38%), seguida de la física (36%) y la digital (también 36%). Desde una perspectiva de género, las mujeres reportan una mayor incidencia de violencia psicológica (49% frente al 27% de los hombres) y digital (33% frente al 23% de los hombres).

El colegio y el entorno familiar emergen como los espacios donde la violencia es más prevalente, afectando a uno de cada tres (33%) y uno de cada cuatro (26%) adolescentes, respectivamente. Este patrón corrobora las conclusiones del Informe Global de Violencia en las Vidas de Niños y Adolescentes de UNICEF 2017, que destaca cómo la violencia contra niños y adolescentes suele ser perpetrada por personas cercanas y de confianza. La violencia por parte de desconocidos se sitúa en tercer lugar, afectando al 14% de los encuestados según el Injuv.

Dentro del ámbito familiar, las niñas son particularmente más vulnerables a la violencia, especialmente la psicológica (32% en comparación con el 12% de los hombres), mientras que las diferencias de género en cuanto a la violencia física no son tan marcadas.

Lo alarmante de estos resultados es la clara asociación entre la exposición a la violencia y la prevalencia de síntomas de problemas de salud mental, siendo que la mitad de los adolescentes que sufren violencia psicológica y ciberacoso reportan síntomas moderados a severos de salud mental.

Por otra parte, entre aquellos niños que no han sido expuestos a ningún tipo de violencia, el 64% no muestra síntomas de problemas de salud mental, y solo el 11% (1 de cada 10) presenta síntomas moderados o severos de depresión y/o ansiedad. Esto sugiere que crecer en un entorno libre de violencia contribuye significativamente a un desarrollo sin trastornos de salud mental.

Un llamado de alerta

Respecto al tratamiento de problemas de salud mental, los datos de la encuesta indican que solo el 14% de los adolescentes entre 15 y 17 años está recibiendo alguna forma de tratamiento para su salud mental. Entre aquellos con síntomas graves, solo un 28% está siendo tratado, dejando a un preocupante 72% sin tratamiento. Esta situación revela una realidad inquietante en Chile: 7 de cada 10 adolescentes con síntomas graves de salud mental no están recibiendo el tratamiento necesario.

La Encuesta Nacional de Juventudes desarrollada por INJUV arroja luz sobre la compleja interacción entre la violencia, la discriminación y los problemas de salud mental entre los adolescentes y jóvenes chilenos. Los hallazgos subrayan la urgente necesidad de abordar estos problemas de manera integral, promoviendo entornos seguros, inclusivos y libres de discriminación.

Asimismo, destacan la importancia de ampliar y facilitar el acceso a servicios de salud mental adecuados, especialmente para aquellos en condiciones de mayor vulnerabilidad.

Fundación Colunga, comprometida con la mejora continua de las condiciones de vida de la infancia y juventud, ve en estos resultados un llamado a la acción colectiva, para trabajar de manera conjunta en la creación de políticas, programas y prácticas que respondan efectivamente a estas necesidades críticas.

 
Rosario Estay