Bienestar de la Niñez

Un modelo centrado en el bienestar

El bienestar de niñas, niños y adolescentes se sitúa en el corazón del Observatorio Niñez de Fundación Colunga. En base a diversas investigaciones, entendemos el bienestar de la niñez como la combinación de sus condiciones económicas, las relaciones con sus pares y el acceso a oportunidades, tanto para su desarrollo como para ejercer sus derechos políticos (Ben-Arieh y Frones; 2007, 1; White, 2017).

Siguiendo las recomendaciones de la OCDE (2021), comprendemos que en la niñez el bienestar no se mide de la misma forma que durante la vida adulta y toman especial relevancia los aspectos subjetivos que van más allá de la concepción clásica de calidad de vida (OECD, 2020). Por ello, nos centramos en analizar esta experiencia particularmente entre los 0 y 18 años y desde sus múltiples dimensiones. Una de ellas es considerar las condiciones materiales básicas para el desarrollo de la niñez, como también los derechos inmateriales: la participación, la pertenencia o la percepción subjetiva de protección (NEST, 2014).

Mirar el bienestar de la niñez desde su multidimensionalidad involucra, también, la incorporación de tres enfoques. Primero, un enfoque de curso de vida, ya que el bienestar se distribuye de forma desigual en las trayectorias de niñas, niños y adolescentes (CEPAL, 2014). Por otro lado, un enfoque de capacidades; es decir, tener en cuenta la sobrevivencia de niñas, niños y adolescentes -con lo básico para vivir- y la promoción positiva y multidimensional de su bienestar (Biggeri & Mehrotra, 2011). Por último, un enfoque de los derechos (EBDNi), que vela por el cumplimiento de los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes, tomando como base las disposiciones y estándares contenidas en la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) (UNICEF, 2022).

Para abordar estos enfoques de forma integral, utilizamos el modelo ecológico de Uriel Bronfenbrenner (1979, 1994), que ha sido previamente aplicado en otros estudios, investigaciones y observatorios dedicados a medir el bienestar en la niñez (OCDE, 2021; UNICEF, 2021). El elemento central que Observatorio Niñez rescata de este modelo es que el bienestar de niñas, niños y adolescentes emerge en base a distintos niveles de interacciones y tipos de relaciones que suceden entre personas, estructuras y sistemas.

Por último, esta definición de bienestar integra y combina – de manera equilibrada – los siguientes tres perspectivas (Stiglitz, Sen & Fautussi, 2009): la primera es la perspectiva de objetivo, donde el bienestar se define, mide y compara tomando como referencia una selección de indicadores de calidad de vida, como tener ropa, abrigo, comida y un techo; la perspectiva subjetiva, por su lado, enfatiza las experiencias personales, así como sentirse feliz y realizado; y la perspectiva relacional entiende que el bienestar se sostiene en la medida que surgen dinámicas sanas entre las personas, la sociedad y su entorno.


Nuestras dimensiones

¿Cómo medimos el bienestar?

Consideramos que, para garantizar el bienestar de la niñez, hay que tener objetivos claros. Es por eso que planteamos cinco grandes dimensiones que se relacionan con experiencias y necesidades que tienen las niñas, niños y adolescentes en sus diferentes etapas y condiciones de vida, pero que apuntan a ser estándares del bienestar de la niñez. Si bien estas cinco dimensiones las proponemos desde un enfoque teórico-deductivo, esperamos incorporar en un futuro un enfoque participativo que refuerce la visión de niñas, niños y adolescentes:

1. Aprender y desarrollarse

El aprendizaje refiere a experiencias que promueven el desarrollo, esto va más allá que estudiar y estar en una sala de clases. El juego y otras actividades también son consideradas como oportunidades y experiencias para aprender y que, a su vez, ayudan a que las niñas, niños y adolescentes desarrollen competencias sociales, culturales y emocionales, como la resiliencia, el pensamiento crítico y las relaciones con los demás. Por otro lado, en contextos de aprendizaje también aparecen factores de protección y de riesgo, teniendo incidencia directa en su bienestar y capacidad de aprender. En esa línea, contemplamos dentro de esta dimensión indicadores como exclusión, socioemocionalidad, rendimiento, matrícula, calidad y contexto escolar, como una forma de medir el bienestar de la niñez en el aprendizaje y el desarrollo. Conoce próximamente los indicadores de esta dimensión, como: Exclusión escolar y Calidad y clima escolar.

2. Ser amado y cuidado

Los buenos métodos de crianza, un hogar libre de violencia y un buen ambiente familiar son claves para el bienestar de la niñez, pero también lo son las medidas que garantizan una estabilidad física y emocional cotidiana. Como trabajamos desde un enfoque de derechos, con la convicción de que como sociedad debemos aspirar a que cada niña y niño disponga de las oportunidades para ser feliz y desplegar todo su potencial, esta dimensión se divide en cuidados parentales y cuidados alternativos. ¿Cómo son los resultados de Chile en este aspecto?  Conoce próximamente los indicadores que tendremos en esta dimensión, como: Violencia en el hogar y Estructura familiar.

3. Sentirse seguro y conectado con su entorno

Las niñas, niños y adolescentes merecen vivir en un espacio que les entregue seguridad para ser ellas y ellos mismos, de manera que puedan explorar sus identidades y expresar su cultura y diversidad. Para eso es importante que su entorno los apoye en las diferentes etapas de la vida y, a su vez, complemente el cuidado familiar y el acceso a recursos materiales, culturales y económicos, ya que tanto el barrio como el entorno aportan a la construcción de redes, contactos y experiencias que influirán en su desarrollo. Es por eso que consideramos que el bienestar de la niñez está siendo perjudicado cuando niñas, niños y adolescentes se ven expuestos y expuestas a hogares o barrios inseguros, o cuando se enfrentan a situaciones de acoso digital, a la contaminación o a la ausencia de áreas verdes.  Conoce los indicadores de esta dimensión: Seguridad en el barrio y Contaminación en el entorno.

4. Estar feliz y saludable

Tener una buena salud, según la OMS, no es solamente vivir una vida sin enfermedades, sino es más bien un estado de completo bienestar físico, mental, emocional y social. Sin embargo, la salud en Chile está limitada por el nivel de ingresos, la desigualdad y la pobreza, lo que puede generar incluso diferencias en su desarrollo que perjudican a quienes se atienden en la red pública (Bedregal et al., 2016). Tenemos la convicción de que garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades es esencial para el desarrollo sostenible del país. Es por eso que dentro de esta dimensión el bienestar de la niñez se mide a través de resultados en salud integral, sexual y reproductiva, y nutricional. Conoce los indicadores de esta dimensión: Obesidad en la niñez y próximamente Consumo de alcohol y drogas.


5. Tener lo que se necesita

Todas las niñas, niños y adolescentes necesitan crecer en familias que tengan los recursos necesarios mínimos para prosperar. La seguridad económica, la estabilidad y el acceso oportuno a servicios básicos son fundamentales y las bases esenciales para avanzar y garantizar el bienestar. Es por eso que para medir esta dimensión consideramos la vivienda y el acceso a servicios básicos. Conoce el indicador de esta dimensión: Niñez en situación de pobreza.


Curso de vida y bienestar

El bienestar de la niñez según las etapas de su vida

Consideramos que un niño es todo ser humano desde su nacimiento hasta cumplidos los 18 años de edad, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño (1989). Niños y niñas de distintas edades tienen necesidades y experiencias diversas, enfrentando brechas a nivel intergeneracional e intrageneracional, brechas que además, se cruzan con variables como género o etnia (CEPAL, 2014).

Para sistematizar y analizar los datos de forma agrupada, proponemos cuatro etapas del ciclo vital de niñas, niños y adolescentes, y de sus madres:

Gestación: es el período desde que se fecunda el feto hasta el momento del parto. En general, existe consenso en que desde la gestación y hasta los 5 años, hay una etapa crítica para asegurar un buen comienzo en la vida (Shonkoff & Philipps, 2000; OCDE, 2021). Los cuidados prenatales y el tipo de nacimiento, como el nacimiento prematuro o el bajo peso al nacer, son indicadores de potenciales problemas que afectarán a la niñez en su desarrollo a corto y largo plazo, influyendo en, por ejemplo, una salud más deficiente y un nivel educativo más bajo (Almond, Currie and Duque, 2018).

Primera infancia: consideramos esta etapa desde el nacimiento hasta los 5 años de vida de una niña o niño. Independiente de la definición que se utilice en términos de edad, existe consenso en la literatura que la primera infancia se caracteriza por un extraordinario desarrollo del cerebro humano, y una compleja interacción de conexiones cerebrales que se establecen a una velocidad sin precedentes en el ciclo vital, una ventana de oportunidad que no se repetirá posteriormente, y que ejercen un impacto sumamente significativo en el desarrollo cognitivo, emocional, físico y social de niñas y niños en formación (UNICEF, 2021).

Además, es un período crítico durante el cual los seres humanos son particularmente susceptibles a las influencias ambientales, lo que confiere una importancia excepcional a las experiencias vividas en este lapso. En esta se requiere una nutrición adecuada para garantizar un correcto desarrollo físico y cognitivo, maduración del sistema nervioso y el fortalecimiento del sistema inmunológico, elementos esenciales para la salud y el futuro bienestar. Por lo tanto, la primera infancia constituye las bases para un desarrollo óptimo a lo largo de la vida. Si bien Chile reconoce el deber del Estado en la promoción y provisión de educación parvularia en todos sus niveles (Ministerio de Educación, 2009), estos no constituyen un requisito para el ingreso a la educación básica (que en Chile corresponde a los 6 años de edad).

Infancia media: corresponde a las niñas y niños entre los 6 y 12 años de vida, según la OCDE. Esta etapa es importante para la consolidación de las habilidades aprendidas en la primera infancia y coincide con el período en que se involucran más en la vida escolar. También, en esta etapa los mundos sociales de la niñez se expanden, surgen desafíos como la autorregulación y el control, la capacidad de leer y comprender las expectativas de los nuevos entornos sociales (Mah and Ford-Jones, 2012), se practican y refinan las competencias sociales, y comienzan a atribuir valores morales a su propio comportamiento y al de los demás (Daniel et al., 2020; OCDE, 2021).

Adolescencia: es la etapa entre los 13 y los 17 años de edad. Este es un período crítico en el curso de la vida, ya que se pueden adquirir y establecer muchos de los factores que contribuyen al bienestar actual y futuro (Ross et al., 2020). También, este momento se asocia con importantes cambios neuroconductuales, surgiendo nuevos desafíos y un aumento en los comportamientos de riesgo, pero también nuevas oportunidades para el aprendizaje social, emocional y motivacional (UNICEF, 2017; Patton et al., 2016). La evidencia sugiere que adolescentes que experimentan afectos positivos durante esta etapa transitan con menos dificultades emocionales y relacionales a la edad adulta temprana (Kansky, Allen and Diener, 2016). Por otro lado, las y los adolescentes dependen de sus entornos, tanto para obtener los recursos necesarios para un desarrollo saludable como para su protección (Patton et al., 2016; OCDE, 2021), aunque también es un momento de búsqueda de mayor independencia social y económica, y el desarrollo de la autonomía personal y social. Además, esta etapa se caracteriza por la maduración física, sexual y la capacidad para el razonamiento abstracto (UNICEF, 2017), y se consolida el desarrollo de la identidad y la adquisición de las habilidades necesarias para cumplir roles adultos y establecer relaciones adultas (OCDE, 2021).


Referencias:

Bedregal, P., Hernández, V., Mingo, M.V., Castañón, C., Valenzuela, P., Moore, R., de la Cruz, R., Castro, D. (2016) Desigualdades en desarrollo infantil temprano entre prestadores públicos y privados de salud y factores asociados en la Región Metropolitana de Chile. Rev. chil. pediatr. vol.87 no.5 Santiago oct. 2016, http://dx.doi.org/10.1016/j.rchipe.2016.02.008